viernes, 21 de noviembre de 2014

Ragazza

Suena el timbre, con intensidad, con sonoridad, con fuerza. Miro por la mirilla y te miro con esa cara de "poesía en movimiento". Estos ojos tristes no han visto a nadie como tú posarse en mis jardines. Cada abeja que bebe de tu néctar se queda incrustada en tu mirada. Tu mirada de miel, profunda como la bahía del rey muerto, como veranear en Capri, como el pozo de los deseos o como el caldero de oro al final del camino de baldosas amarillas.
Sueño despierto, mientras te diluyo en este poema seco que se humedece con el roce de nuestros cuerpos. En tus espalda una escalera se enreda entre mis dedos, un piano suena cojo y un jilguero busca rama para romperte este silencio.
En la cocina aún quedan restos de ti, y en la cama tus recuerdos. Pasas deslizándote por mis recovecos, dejas tus latidos anclados en el sofá y me tientas a que te roce, a que me quemes. Sabes a Venecia y al último sol de la Toscana. He visto a otros esclavos naufragar en tus canales y a viejos capos desquebrajarse por tus ruinas.
Te aproximas, piccola ragazza, tentándome con tu sabor a café. Y te viertes, frágil y desnuda al sol, como si fueses de viento y pudieses cortarme al contacto de tus dedos con mis labios marchitos.

Anoche ardió Roma, y parece que hoy quieres dejar Milán sin ropa.