domingo, 27 de julio de 2014

A veces pienso. A veces miro.

A veces pienso en silencio, pensando a qué sabrá la vida dentro de tus piernas. A veces pienso que el silencio puede romperse al compás de tu acelerada respiración. A veces pienso en el vaivén de tus piernas, meciéndose lentamente acompañadas de mis manos apretadas. A veces pienso en recorrerte a base de miradas; a mirarte cada rincón de tu estimada figuración. A veces pienso en arañarte por culpa del éxtasis. A veces pienso que me va a dar un impulso al corazón cada vez que te miro sonriéndome. A veces pienso en diseñarte en braille, de tocarte, de comprenderte, de interpretarte, de transcribirte para que otros entiendan el idioma que habla tu cuerpo. A veces pienso en dejarte con las ganas, en atarte a que me ates con los brazos, a que no me dejes respirar más allá de tu forzada proximidad.

 He visto piratas fracasar en las aguas de tus cuencas, recoger los aparejos y dejar la pesca mayor para piratas poetas con mayores versos y mayores ganas de cometer imposibles. He visto bailar a la luna en el infierno y un enano saltar todos los obstáculos temerosos de no cumplir imposibles para no poder mirarte. He visto a teléfonos perder el tono por no saber tu número. He visto a cantantes quedarse mudos por no poder cantarte bajito a gritos que eres lo más ardiente que se ha visto desde que el Sáhara se prendió. He visto a dados dar un siete y a Damas que no quieren saber de escaleras reales por no poder mirarte. He visto... joder, he visto hasta a Serrat perderse en el Mediterraneo.

A veces pienso en silencio, pensando en la libertad que me encadena a tus labios incandescentes. A veces pienso en las descargas que me recorren la columna cada vez que llego a salvarte. A veces pienso que si un beso es poesía, tu cuerpo debe de ser toda antología. A veces pienso en tus precipitaciones, en lo que llueve cada noche, en lavadoras, en coches, en suelos y en colchones usados. A veces pienso en el olor a después del cigarro del después. A veces pienso en tus costillas en tensión. A veces pienso en el sabor de tu piel, de tus texturas. A veces pienso, que si te pienso, dejas de ser musa, poesía, platonismo.

He visto un Abril llorar porque no hay lluvias. He visto extintores que no sabían lo que era el fuego. Pero lo más alarmante que he visto es tu cuerpo junto al mío.

miércoles, 23 de julio de 2014

No me vuelvas a decir que no.

No me vuelvas a decir que no. Te prometo la luna si la quieres, pero no me digas que no puedes guardarla bajo la cama, cuando te digo que la única que quiero que dé luz a mis noches, es la persona que duerme conmigo. No me digas que no. No digas que esta despedida es un adiós. Di mejor hasta luego, porque quiero volver a verte recorrer el mar con las manos y a mecer el aire con tus caderas. No me digas que tu cuerpo no puede ser mi viaje hacia la última frontera, hacia mi última barrera. No me vuelvas a decir que no quieres ser mi bosque, mi enredadera. Déjame tropezar y aparecer junto a la pared que delimita tu sonrisa. No me vuelvas a decirme que no quieres ver un nuevo amanecer, postrada en los viejos andenes de este cobijado guardarropa donde nos deshacemos en halagos, donde jugamos a comernos con las manos. No me digas que no confías en poetas, que no entiendes de sus tretas que sólo juegan a vaciar corazones, sostenes, a jugar con la bragueta. No me digas que no quieres ser poema; ser la musa de tez morena que da nombre a mis múltiples condenas. No vuelvas a decirme que no quieres correr, volar, soñar con salir del fondo, de surcar las nubes adosada a mis alas de paloma. No vuelvas a decirme que tienes sed si mis labios te sonríen por dar calma a ese sosiego. No me vuelvas a decir que no quieres sonreír; que no quieres estremecer, que no quieres que naufrague en el archipiélago de tus rodillas. No me vuelvas a decir que no entiendes de puntos suspensivos, que tú eres más de puntos finales y que nunca entenderías de finales abiertos. No digas que no conozco tus latidos, tus impulsos, si sé de qué pie cojeas y en qué hombro prefieres apoyar mis 'hasta mañana'. No. No me lo digas. No me vuelvas a decir que no, cuando tus ojos piden "si".

miércoles, 16 de julio de 2014

Tú, última.

Brilla el universo. Pienso en tu último verso. Te miro y pienso en "JODER, ¿CÓMO ACABARÁ ESTO?". Llevaba años sin dormir y sin querer curaste mi insomnio. No es demasiado sabio el diablo, ni sé dónde me conducirán mis pasos en el próximo Otoño. Ya no hay frío ni frutos bajo el madroño. No sé si bailar o caminar sobre tu alambre. No sé si me contagias o me das calambre. No sé si pincharme y contagiarme de tu risa, que divisa en tus orillas el lugar apropiado para colocar la sombrilla. No sé a qué sabe este café ni a que riman este dolor de huesos. Se acerca el verano y me consumo como el último del primer cigarro que te vi rematar en el vacío.

Tu voz. Tu voz. Tu voz. Tu voz que me habla de ti sin decirme nada. Tu voz que me ruge como si fuera una loba que hace tiempo dejó de ser parte de la manada. Tu voz que me ata al yugo de tus pies desnudos. Tu voz de porcelana que me corta si me asomo a tus labios agrietados. Tu voz marchitada con olor a geranio. Tu voz eléctrica que me sabe a wolframio. Tu voz. Tu voz. tu voz.

Cántame, dulce armonía. Déjame prenderme de esa fascinación que se dibujaba entre tus piernas. Déjame envolverte como una superlativa aliteración. Déjame escalar cada recoveco de tus pestañeos. Déjame disfrutar del calor que desprenden tus brazos cuando se enredan entre los míos. Déjame dibujar un mapa de los placeres de tu cuerpo. Déjame dormir en tu ombligo. Déjame morar entre tus senos de terciopelo. Déjame estremecer por tus ojos morenos. Déjame naufragar en el cielo de tu boca. Déjame beberme tus mentiras. Déjame comerme las uvas de tu ira. Déjame. Déjame. Déjame. Pero vuelve. Vuelve que sin ti me ahogo, que se me ata el alma al suelo y no puedo levantar los parpados por tu ausencia.

Dime, niña, ¿cómo acaba esto? ¿Cuál será el último verso del poema de tu cuerpo? Dime, ¿con qué rima este silencio? Dime, ¿cuál será la última nota de nuestra melodía?

Dímelo.

lunes, 14 de julio de 2014

El café de ayer y mi resaca de ti desde hace un año.

Café con aromas de Domingo, de tus huesos secos. Anoche lloviste aquí dentro aunque no estabas aquí, aunque estabas en el fin del mundo sin querer saber de ecos muertos que hablasen de mí. El champán perdió fuelle y se ahogó en el fondo de un traspiés. Ya no viajo porque no bailo; ya no bailo porque no quieres saber de maletas desechas que duerman en el suelo de la misma habitación. Sigues sabiendo a sal y me duele la herida; échame limón que yo ya pongo el tequila. El papel blanco me grita que escriba tu nombre y lo tache mil veces, que así el café dejará de saberme a cenizas. Mónica ya no viene a verme porque no entiende de fantasmas, porque no entiende de perdiciones; que ya no entiende de un perdón con segundas ni de segundas oportunidades. Habló con mi casero porque ya no sabe donde acaba el mobiliario ni donde empieza mi cuerpo. Sigo oliendo a ayer y no quiero ducharte. El agua ya no resbala y purifica, sino que petrifica el recuerdo y hace la cicatriz más profunda. Dime qué se siente al estar en el lado oscuro del corazón de un naufrago. Mi mar perdió ritmo y cabizbajo ya no surcan en él las olas que me llevaban a nuevos puertos, a nuevas cordilleras rosadas y pronunciadas. No. No lo hagas. No vacíes el vaso, que aún me queda café y resaca de ti desde hace un año. Déjame escribir, hacerte best seller. Déjame que sangre hasta que deja de doler; hasta que el cielo deje de ser negro o hasta que el suelo vuelva a estar lejos de mi alma de papel maché. El alba quiere brillar sin ser nombre de mujer. El olvido quiere ser real y yo quiero que deje de sonreírme cada vez que me la encuentro en el portal. Ya no quiero jugar al escondite. Ya no quiero buscarte. No puedo. El fuego ya no cauteriza la herida. Mis manos ya no quieren sentir tu ser; no quieren surcar los mares ni las cordilleras de tu cuerpo. La pasión se está marchitando.

Tengo resaca de ti desde hace un año, el café sigue sabiendo a ayer.
Quiero que sea Lunes.