viernes, 21 de noviembre de 2014

Ragazza

Suena el timbre, con intensidad, con sonoridad, con fuerza. Miro por la mirilla y te miro con esa cara de "poesía en movimiento". Estos ojos tristes no han visto a nadie como tú posarse en mis jardines. Cada abeja que bebe de tu néctar se queda incrustada en tu mirada. Tu mirada de miel, profunda como la bahía del rey muerto, como veranear en Capri, como el pozo de los deseos o como el caldero de oro al final del camino de baldosas amarillas.
Sueño despierto, mientras te diluyo en este poema seco que se humedece con el roce de nuestros cuerpos. En tus espalda una escalera se enreda entre mis dedos, un piano suena cojo y un jilguero busca rama para romperte este silencio.
En la cocina aún quedan restos de ti, y en la cama tus recuerdos. Pasas deslizándote por mis recovecos, dejas tus latidos anclados en el sofá y me tientas a que te roce, a que me quemes. Sabes a Venecia y al último sol de la Toscana. He visto a otros esclavos naufragar en tus canales y a viejos capos desquebrajarse por tus ruinas.
Te aproximas, piccola ragazza, tentándome con tu sabor a café. Y te viertes, frágil y desnuda al sol, como si fueses de viento y pudieses cortarme al contacto de tus dedos con mis labios marchitos.

Anoche ardió Roma, y parece que hoy quieres dejar Milán sin ropa.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Tus 100 metros lisos

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Silencio. Se calla. Me mira. Me guiña un ojo y me saca la lengua. Me tienta, se ríe y me hace correr detrás de ella. Me siento un atleta apunto de correr los cien metros que me separan hasta la meta que es su cuerpo. Suena el pistoletazo de salida. Ella corre y yo la persigo. Ella ríe y yo sufro, grito y me deshidrata el no poder beberme sus labios. Ella se divierte, se mueve cómo una gacela. Yo me muero y me mata la cuenta atrás. Quiero tocarte amor, quiero tocarte. Quiero parar el cronómetro en un suspiro con diez caricias. Quiero tenerte anudada a mi costado, que me ates y que no me pierda. Quiero tenerte cómo la fuente de calor que me abrigue en esta noche fría, en esta pálida sonrisa que se corta si no la tocas. Quiero mecer el viento al compás de tu pelo y bajarte la luna para ponértela de sombrero. Déjame alcanzarte amor, déjame alcanzarte. Deja de reírte porque yo no río, porque yo sufro por estar tan cerca de rozarte y por perder las manos, que se diluyen, se evaporan, si estoy a punto de echar mis redes sobre ti. Tu risa me mata cada vez más, tus ojos me ahogan ciegan cada vez más, tu boca me ahoga cada vez más, tu cintura me niega el último baile una noche más, tus manos se burlan de mí con movimientos acelerados otra vez más, tus piernas me niegan pisar por tus orillas una vez más. Tengo que sentirte amor, tengo que sentirte. El alma se me seca y el corazón se me sale por tu boca. Decías que tenía un corazón que no me cabía en el pecho, pero ahora siento que mi corazón se te escapa por la boca, hecho añicos, en mil pedazos inconclusos, incompletos. Mi corazón de atleta se ahoga en el fondo de una botella de Vodka porque no sabe latir a tu ritmo. Déjale que lata, amor, déjale que lata. Porque el impulsor de este cuerpo, ya sin aliento, quiere sentirte cerca en el abrazo más cálido que jamás pudieron darte otros brazos huecos. Se me acaba el tiempo, amor, se me acaba el tiempo. Tú te aburres. Ya no ríes. Me gritas, pero mi boca ya no entiende tu lengua. Me miras, pero mis ojos ya no pueden ver el brillo que había en tus ojos. Te resignas, aprietas el ritmo. Yo me quedo aquí, anclado en mí mismo, encallado en un puerto solitario donde el sol no brilla, donde la luna es turbia y el frío se cala hasta el fondo de un corazón inerte donde ya no brota ni el mínimo resquicio de vida. Te vas. Te marchas. Yo me quedo aquí, sin poder entenderte, sin poder seguirte el ritmo. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Poeta

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Hoy la luna me sonríe, como si fuese la sonrisa perfecta del gato de Alicia. Hoy la noche se escribe con las seis letras de tu nombre. Esta noche dejaré de ser un hombre. Dejaré de ser ese tipo de hombre al que desde niño le impusieron que tenía que jugar, estudiar, trabajar, enamorarse, casarse, tener hijos, a los que tendrías que imponerles que hicieran lo mismo; y a morir. Esta noche no voy a ser un hombre. Esta noche seré un poeta. Sí, un poeta. Esta noche no tengo sangre en las venas, sino la tinta negra que se muere de ganas de convertirte en poesía. Sí, tú vas a ser poesía. Voy a ser capaz de borrarte tu nombre, y con él lo que eres, y voy a darte la verdadera forma que te mereces. Voy a bailarte el valls con las palabras que te darán cada uno de los pequeños detalles que te harán de mí, que te harán poema, que te harán libre. Libre. Libre es tu sangre y el viento que te agita la melena. Eres libre como el agua rota que brota de tus latidos. Eres el verdadero significado de la palabra arte. Eres la pluma que se agita sin control entre mis dedos y te escribe, gota a gota, beso a beso. Eres la princesa que se fue de vacaciones con sus labios de fresa; eres la puta con sabor a veneno que me ata a seguir vivo. Eres el sabor a tinta en un beso. Capaz de romperme los esquemas. Eres el campo verde donde reina la paz de nuestra vida. Eres el sabor amargo a café y la ceniza que me quema la vida. Un solo resquicio del caos y de la paz que me hierve la tinta de mis venas. Eres el poema de mi vida y mi vida hecha poesía. Pero yo soy poeta y no puedo ser poema. Yo te necesito. Necesito escribirte. Necesito darte forma. Quiero envolver todo con la risa que te escriba, con cada latido acelerado que le dé cuerda al reloj sin pila en el que se ha convertido mi vida. Quiero besarte y que tus labios sepan a mí, a mi tinta. Quiero quererte porque eres parte de mí. Quiero ser el poeta de tus versos y que seas el mejor poema que escribiré a lo largo de mi poesía. Quiero comerte, robarte del mundo. Quiero ser egoísta, que seas sólo mía. Quiero no compartirte con nadie. Quiero que me vuelvas loco, que me vueles la cabeza. Quiero que me dejes sin palabras y que me las devuelvas si te toco. Quiero ser el dueño de los márgenes de tus formas. Quiero ser las formas de tu caligrafía. Quiero ser tu punto seguido, tu coma, tus dos puntos, tus puntos suspensivos y tus exclamaciones. Quiero hasta ser tus interrrogaciones retóricas. Quiero ser el dueño de tus metáforas. Quiero ser la aliteración que te rompa la boca. Quiero ser el corazón de tu cuerpo. Quiero ser la rima asonante que dé sentido a tu métrica. Quiero ser tu obra, pero no puedo serlo. Solo puedo ser un poeta, pero seré un poeta si tú eres mi poema.


(esta entrada formaba parte de uno de mis antiguos Fralmentos. Tenía que rescatarla. Justo hoy. Bendetti, el atardecer, un violín y un piano, me han empujado a hacerlo)

miércoles, 27 de agosto de 2014

Mirarte.

Alguien dijo una vez que el espejo del alma es la cara, pero creo que estaba equivocado. El espejo del alma es la mirada y...

Si te miro, sé que es beso, qué es deseo
o qué es sexo.
Si te miro sé que es belleza. Si te miro sé que
es llanto, qué es pureza.
Si te miro callo y asiento. Si te miro me hago
de aire y se me pasa el tiempo.
Si te miro, soy paloma que surca los siete
mares y los cuatro vientos.
Si te miro soy fuente de esperanza
en el más desolado desierto.
Si te miro con un guiño, me pellizco y
pienso sí será esto cierto.
Si te miro caigo, me pierdo en mares de
color negro de donde no quiero salir.
Si te miro, eres calma en la tempestad.
Si te miro soy capaz de creer en la
esperanza de la humanidad.
Si te miro, ya no sé si estoy loco
o si estoy cuerdo.
Si te miro soy poeta y tú,
tú eres poesía en movimiento.

jueves, 21 de agosto de 2014

Que nos salven

Anochece en la colina y el aire se espesa y se vuelve húmedo. Esta noche que se avecina huele a falsa libertad, a pólvora y sudor, a sangre y euforia. Los vencedores celebran a gritos una falsa victoria mientras los vencidos susurran que les salven. Perdí, como muchos, el derecho a alzar la voz cuando llegó la estocada definitiva. Se aproximó a mí por la espalda, con su lengua viperina trazando círculos mientras terminaba con otra lengua mortífera que me hizo sudar tinta china en el combate por mi propia libertad individual. Dicen que el cerebro de un hombre no se ve forzado a superar sus límites hasta que se ve en una situación límite, y yo no iba a ser menos. Giré rápidamente para enfrentarme a él y parar su ágil estocada con una reprimenda que hablaba de cada uno de sus lunares. Él danzó al compás del silencio mientras relataba los suspiros que se escapaban por su boca de fresa. Fue abrumador, como el desierto en agosto o como una ducha en el infierno; sin la intención de bajar el ritmo para intentar hacerme fracasar llorando a lágrima viva. Le hablé de mares, de marineros en tierra, mientras me mecía como el viento enlatado en una brisa de nuevas colonias que no entendían de cuerpos y desarmados llantos de libertad. Atravesó mi corazón coraza en la sexta estocada indagando en mí, hablándome de pupilas azules que preguntaban por la poesía. Me faltaba el aire y la libertad me hablaba en idiomas de otras eras. Recompusé un verso inacabado y atravesé su nariz superlativa, apuntándome un tanto, ganando una prenda. Ella nos miraba desde lo alto con ojos altivos y con llamas de papel que gritaban exaltadas que el amor no entendía de tres bandas. Me alcé ante sus ojos pidiendo clemencia por mí para que no pisara mi pobre músculo agitador. Mi adversario aprovechó la desventaja en la que me encontraba para lanzar su altiva palabrería contra mi destrozada esperanza. Caí a la arena, como César derrotado, sin saber lo que era amor o a que sabían sus labios. Perdí ante un falso poeta que vendía palabrería de mercadillo como si fuera néctar para sus desnudos labios.
La luna brillaba reflejada en la laguna a la que me arrastraba a escribir mi despedida. El amor era guerra, la batalla eterna. Nadie se acuerda de quién quedó segundo. La luna nos llama para que los vencidos caigamos en sus aguas. Los titanes vencedores pujan al amor que nos fue negado a punta de lengua y tinta, mientras nosotros, los derrotados, gritamos a los cuatro vientos que nos salven.  

domingo, 27 de julio de 2014

A veces pienso. A veces miro.

A veces pienso en silencio, pensando a qué sabrá la vida dentro de tus piernas. A veces pienso que el silencio puede romperse al compás de tu acelerada respiración. A veces pienso en el vaivén de tus piernas, meciéndose lentamente acompañadas de mis manos apretadas. A veces pienso en recorrerte a base de miradas; a mirarte cada rincón de tu estimada figuración. A veces pienso en arañarte por culpa del éxtasis. A veces pienso que me va a dar un impulso al corazón cada vez que te miro sonriéndome. A veces pienso en diseñarte en braille, de tocarte, de comprenderte, de interpretarte, de transcribirte para que otros entiendan el idioma que habla tu cuerpo. A veces pienso en dejarte con las ganas, en atarte a que me ates con los brazos, a que no me dejes respirar más allá de tu forzada proximidad.

 He visto piratas fracasar en las aguas de tus cuencas, recoger los aparejos y dejar la pesca mayor para piratas poetas con mayores versos y mayores ganas de cometer imposibles. He visto bailar a la luna en el infierno y un enano saltar todos los obstáculos temerosos de no cumplir imposibles para no poder mirarte. He visto a teléfonos perder el tono por no saber tu número. He visto a cantantes quedarse mudos por no poder cantarte bajito a gritos que eres lo más ardiente que se ha visto desde que el Sáhara se prendió. He visto a dados dar un siete y a Damas que no quieren saber de escaleras reales por no poder mirarte. He visto... joder, he visto hasta a Serrat perderse en el Mediterraneo.

A veces pienso en silencio, pensando en la libertad que me encadena a tus labios incandescentes. A veces pienso en las descargas que me recorren la columna cada vez que llego a salvarte. A veces pienso que si un beso es poesía, tu cuerpo debe de ser toda antología. A veces pienso en tus precipitaciones, en lo que llueve cada noche, en lavadoras, en coches, en suelos y en colchones usados. A veces pienso en el olor a después del cigarro del después. A veces pienso en tus costillas en tensión. A veces pienso en el sabor de tu piel, de tus texturas. A veces pienso, que si te pienso, dejas de ser musa, poesía, platonismo.

He visto un Abril llorar porque no hay lluvias. He visto extintores que no sabían lo que era el fuego. Pero lo más alarmante que he visto es tu cuerpo junto al mío.

miércoles, 23 de julio de 2014

No me vuelvas a decir que no.

No me vuelvas a decir que no. Te prometo la luna si la quieres, pero no me digas que no puedes guardarla bajo la cama, cuando te digo que la única que quiero que dé luz a mis noches, es la persona que duerme conmigo. No me digas que no. No digas que esta despedida es un adiós. Di mejor hasta luego, porque quiero volver a verte recorrer el mar con las manos y a mecer el aire con tus caderas. No me digas que tu cuerpo no puede ser mi viaje hacia la última frontera, hacia mi última barrera. No me vuelvas a decir que no quieres ser mi bosque, mi enredadera. Déjame tropezar y aparecer junto a la pared que delimita tu sonrisa. No me vuelvas a decirme que no quieres ver un nuevo amanecer, postrada en los viejos andenes de este cobijado guardarropa donde nos deshacemos en halagos, donde jugamos a comernos con las manos. No me digas que no confías en poetas, que no entiendes de sus tretas que sólo juegan a vaciar corazones, sostenes, a jugar con la bragueta. No me digas que no quieres ser poema; ser la musa de tez morena que da nombre a mis múltiples condenas. No vuelvas a decirme que no quieres correr, volar, soñar con salir del fondo, de surcar las nubes adosada a mis alas de paloma. No vuelvas a decirme que tienes sed si mis labios te sonríen por dar calma a ese sosiego. No me vuelvas a decir que no quieres sonreír; que no quieres estremecer, que no quieres que naufrague en el archipiélago de tus rodillas. No me vuelvas a decir que no entiendes de puntos suspensivos, que tú eres más de puntos finales y que nunca entenderías de finales abiertos. No digas que no conozco tus latidos, tus impulsos, si sé de qué pie cojeas y en qué hombro prefieres apoyar mis 'hasta mañana'. No. No me lo digas. No me vuelvas a decir que no, cuando tus ojos piden "si".

miércoles, 16 de julio de 2014

Tú, última.

Brilla el universo. Pienso en tu último verso. Te miro y pienso en "JODER, ¿CÓMO ACABARÁ ESTO?". Llevaba años sin dormir y sin querer curaste mi insomnio. No es demasiado sabio el diablo, ni sé dónde me conducirán mis pasos en el próximo Otoño. Ya no hay frío ni frutos bajo el madroño. No sé si bailar o caminar sobre tu alambre. No sé si me contagias o me das calambre. No sé si pincharme y contagiarme de tu risa, que divisa en tus orillas el lugar apropiado para colocar la sombrilla. No sé a qué sabe este café ni a que riman este dolor de huesos. Se acerca el verano y me consumo como el último del primer cigarro que te vi rematar en el vacío.

Tu voz. Tu voz. Tu voz. Tu voz que me habla de ti sin decirme nada. Tu voz que me ruge como si fuera una loba que hace tiempo dejó de ser parte de la manada. Tu voz que me ata al yugo de tus pies desnudos. Tu voz de porcelana que me corta si me asomo a tus labios agrietados. Tu voz marchitada con olor a geranio. Tu voz eléctrica que me sabe a wolframio. Tu voz. Tu voz. tu voz.

Cántame, dulce armonía. Déjame prenderme de esa fascinación que se dibujaba entre tus piernas. Déjame envolverte como una superlativa aliteración. Déjame escalar cada recoveco de tus pestañeos. Déjame disfrutar del calor que desprenden tus brazos cuando se enredan entre los míos. Déjame dibujar un mapa de los placeres de tu cuerpo. Déjame dormir en tu ombligo. Déjame morar entre tus senos de terciopelo. Déjame estremecer por tus ojos morenos. Déjame naufragar en el cielo de tu boca. Déjame beberme tus mentiras. Déjame comerme las uvas de tu ira. Déjame. Déjame. Déjame. Pero vuelve. Vuelve que sin ti me ahogo, que se me ata el alma al suelo y no puedo levantar los parpados por tu ausencia.

Dime, niña, ¿cómo acaba esto? ¿Cuál será el último verso del poema de tu cuerpo? Dime, ¿con qué rima este silencio? Dime, ¿cuál será la última nota de nuestra melodía?

Dímelo.

lunes, 14 de julio de 2014

El café de ayer y mi resaca de ti desde hace un año.

Café con aromas de Domingo, de tus huesos secos. Anoche lloviste aquí dentro aunque no estabas aquí, aunque estabas en el fin del mundo sin querer saber de ecos muertos que hablasen de mí. El champán perdió fuelle y se ahogó en el fondo de un traspiés. Ya no viajo porque no bailo; ya no bailo porque no quieres saber de maletas desechas que duerman en el suelo de la misma habitación. Sigues sabiendo a sal y me duele la herida; échame limón que yo ya pongo el tequila. El papel blanco me grita que escriba tu nombre y lo tache mil veces, que así el café dejará de saberme a cenizas. Mónica ya no viene a verme porque no entiende de fantasmas, porque no entiende de perdiciones; que ya no entiende de un perdón con segundas ni de segundas oportunidades. Habló con mi casero porque ya no sabe donde acaba el mobiliario ni donde empieza mi cuerpo. Sigo oliendo a ayer y no quiero ducharte. El agua ya no resbala y purifica, sino que petrifica el recuerdo y hace la cicatriz más profunda. Dime qué se siente al estar en el lado oscuro del corazón de un naufrago. Mi mar perdió ritmo y cabizbajo ya no surcan en él las olas que me llevaban a nuevos puertos, a nuevas cordilleras rosadas y pronunciadas. No. No lo hagas. No vacíes el vaso, que aún me queda café y resaca de ti desde hace un año. Déjame escribir, hacerte best seller. Déjame que sangre hasta que deja de doler; hasta que el cielo deje de ser negro o hasta que el suelo vuelva a estar lejos de mi alma de papel maché. El alba quiere brillar sin ser nombre de mujer. El olvido quiere ser real y yo quiero que deje de sonreírme cada vez que me la encuentro en el portal. Ya no quiero jugar al escondite. Ya no quiero buscarte. No puedo. El fuego ya no cauteriza la herida. Mis manos ya no quieren sentir tu ser; no quieren surcar los mares ni las cordilleras de tu cuerpo. La pasión se está marchitando.

Tengo resaca de ti desde hace un año, el café sigue sabiendo a ayer.
Quiero que sea Lunes.

jueves, 26 de junio de 2014

Dímelo

Y eras tú. Vacía. Con las ganas rotas y el alma descosida. Sin saber que era el aire. Sin sed ni aliento. Intangible, como un viernes sin risas; como un beso sin humedad. Dime. Dímelo. Dime cuántas veces te he pedido que juegues conmigo. Cuántas veces. Cuántas veces dejamos todo al azar. Sin respirar. Sin ahogarnos. Sin saber qué era una escalera real. Sin saber que uno más uno nunca sumaban dos. Dime cuántas veces soñaste con el triple imposible. Cuéntame cuántas veces te comiste una y te constaste trece. Dime cuántos saltos pegaste sin tropezar, sin dejar de ser una con la cuerda. Cuéntame cuántas veces me miraste seria mientras perdías millones de sonrisas en viejas estaciones, en andenes demolidos, en vagones destartalados. Cuéntame cuántas veces chutaste bajo la lluvia sin saber que nadie estaba dispuesto a tirar el paraguas y mojarse bajo tus lunares. Dime en cuántos remolinos naufragaste por intentar quedarte con el pez gordo, aquel que se disfrazaba de camorrista mientras fumaba un Habano y acariciaba un gato persa. Cuéntame cuántas veces hiciste all in en el juego del corazón, para decirte cuántas veces hiciste trampas por guardarte un as bajo la falda. Dímelo. Dime cuándo llenaste el vaso. Dime cuándo dejaste de ser medio vacía para pasar a ser completamente llena. Dime cuándo. Cuándo escalaste el terraplén para caer entre sus acantilados. Cuéntame cuántas veces perdiste para ganar. Dime cuántos ojos has consumido. Cuántas veces te acostaste entre las páginas de otros plumillas. Cuéntame. Cuántas veces surcaste agujeros negros con la esperanza de que alguien quisiese perder(te).
Dime, ¿volverás a jugar conmigo?

domingo, 18 de mayo de 2014

Tan gris.

Besar a medias con sabor a tintes de penas y alegrías. Tan gris como un Lunes o como un acantilado sin llantos. Gotas de agua que se cortan y no cruzan humedades ni entienden de los que es querer a medias. Gris, como un amor de conveniencia, como un esmoquin de alquiler, como una Cocacola sin gas o una naranja sin mitades. Abrigamos silencios que cortan las alas de ángeles que mudan de piel y mutan sin razón en lo más profundo de un corazón que palpita entrecortadamente consumiendo el aire que se escapa de los labios agrietados de una colegiala sin colegio ni anuario. Tan gris como un abril sin lluvias, como una campana sin diciembre o una rosa sin febrero. Botellas a medias que ni están llenas ni vacías, que no entienden de contenidos ni de ahogarse en las orillas. Tan gris como una lolita sin lunar, una groupi con bragas o una rockera con ropa rosa. A medias como su melena sin aire, como un pájaro sin alas o un avión sin puertas de emergencias. Corazones pintados de gris sin sudor, aliento ni caricias. Tan gris como una despedida en una puerta de entrada, como una salida antes de tiempo o como un reloj sin segundero. Perdimos el tiempo, tan gris, tan muerto, tan intangible, sin saber que mirando hacia atrás tan sólo conseguíamos restarle horas al presente y arrancarle horas al "nos veremos en un par de años". Tan gris como una caricia sin intenciones, como un salto sin peligro, como una llamada sin respuesta o como una voz que no sabe gritar. Un libro sin palabras malditas, gris como un policía sin sentido el bienestar, que no sabe contar historias que hablen de grandes valientes o de cobardes grises que no saben mandar. Tan gris como un domingo por la tarde, como una bala sin dirección o como un perdón de antelación. Un superhéroe con capa que no sabe volar, que no piensa ni arriesga. Tan gris como la soledad entre un millón de gente, como unas ruinas sin edad, o un calendario sin navidad. Unos ojos cerrados que no quieren mirar, ni escuchar, ni sentir, ni palpitar ante lo conseguido. Tan gris como un anciano sin edad, un desierto sin locura o un rico sin propiedad.

Hablamos de grises que no saben que son blancos que se creen negros. Hablamos de grises desprestigiando lo que no tiene término medio. Hablamos de grises que no podemos ver. Hablamos de grises sin saber que hay belleza más allá del blanco más blanco o del negro más negro. Hablamos de grises sin saber que nuestra piel no es blanca ni negra. Hablamos de grises sin saber que somos el gris más hermoso que unos ojos podrán mirar.

viernes, 2 de mayo de 2014

No te vayas.

No te vayas. No te consumas ni hundas, ni te infravalores sumiéndote en ese amor propio que cojea del ala izquierda y que moquea palabras disueltas que nunca flotaron dentro del vaso que es tu vida. Contiénete y átate al suelo, pero deja volar razones que no entiendan de perdones ni de renglones torcidos que no rimen ni tengan coherencia. Deja de buscar las llaves en jarrones sin flores, de buscar recuerdos huecos que "ambivalan" entre dos tierras que están humedecidas por las lágrimas del "No sé qué hacer" y del "Sin tus manos yo me hundo". No te tires al vacío pensando que será tu paracaídas, tu paragolpes y tu paralavidaquemebajoenesaesquina. No te choques contra el muro sin querer echarlo abajo para ver cómo brillan las estrellas en el otro lado. No te vuelques cual tortuga ni dejes de volar sin alas; brilla en el cielo si te dejan o calla en el mundo si te hablan. Agárrate a su mano y pide siempre la cuenta, sin saber qué es el dinero ni lo qué es la vida si te suelta. No te dejes sin saber que es un "adiós", sin saber que un "hasta luego" reza en silencio un "quiero volver a verte de nuevo". No olvides lo que es la humedad de unos labios rojos ni de lo qué es la vida si la ves en el reflejo de sus ojos. No consientas risas blandas ni manos blancas que no sepan llegar al fondo de un alma. Déjate el abrigo en el fondo del armario y abriga el frío que se siente en el fracaso. No tires piedras que rompan ventanas ni abras puertas que no escondan dentro nada. No nades en el fondo sin saber flotar en la superficie. No acaricies miradas que no lloran las pérdidas ni celebran las ganancias. No consientas daños colaterales ni efectos secundarios que surjan de la fragilidad de unos labios. No tergiverses insultos ni recojas frutos del árbol del olvido. Deja que la esperanza sea tu As bajo la manga y deja que la manga no precise de la carta más alta. No lleves a cabo el plan Z sin haber fallado todas las otras letras. No tengas miedo al fracaso ni dejes vacío el vaso. No pienses en para siempres que no rimen con el "te quiero ver en un rato". No pienses que el amor es sentimiento que llevar a cabo, ni que el gato tiene siete vidas y siete corazones por romper. Quema el manual de instrucciones y aprehende por la experiencia de alcanzar las metas. No corras en el desierto gritando palabras a medias, ni saltes la comba del horizonte sin haber conocido este lado. No, no te vayas sin haber luchado. No.

viernes, 18 de abril de 2014

Me hizo llorar.

Me hizo llorar. Me hizo soltar lágrimas de fuego, como si el fuego de su recuerdo hubiese dejado ascuas en mi pensamiento que se avivan cada vez que el aire me trae recuerdos de su cuerpo. Su cuerpo que se fundía como el hielo cada vez que posaba la mano sobre él; cada vez que recorría cada centímetro de él con la boca. Me dejó la boca rota y el tictac del reloj congelado por la ausencia. Me hizo gritar, correr, coger impulso para volar, pero sin sus alas no podía elevarme y me perdía en los precipicios de Soledad. Dicen que nadie está nunca solo, pero ella me dejó tirado cual colilla, cual perro en una gasolinera, cual manzana podrida que nadie se llevará a la boca. Me dejó colgado con las lágrimas petrificadas en los parpados, con los ojos grises y el corazón vacío. Me dejó el último perfume de su risa, el botón de una camisa y la última caricia que alcanzó a mis mejillas. Me mató en vida, como si fuese cadáver y ella la espina de la rosa roja que se marchita bajo el cristal. Me dejó como un diamante sin brillo, una maldición en un castillo o la última balada de trompeta de un grillo: con lo puesto pero desnudo. Desnudo porque ella era mi abrigo; el calor que complementaba mi frío. Era la primavera, el mes de Abril y el 29 de Febrero: era el oasis en el desierto de este cuerpo seco y agrietado que se llena de arena y alucinaciones al faltarle su lámpara mágica. Mi despertador ya no suena y las agujas siguen marcando las tres. Las tres, cuando me hizo llorar.

jueves, 3 de abril de 2014

Tus pisadas

Ella calzaba un 36 y le dolían los pies. sus piernas cortas y sus pies pequeños no podrían seguir las zancadas largas de 45. $5 tenía el cuerpo típico de un hombre al cual el paso de los años le estaba pasando factura: su abdomen cada vez era menos abdomen, y cada vez se acercaba más a los que los científicos catalogaban como "la barriguita de la felicidad". Pero 36 moría por la esbelta figura de 45. No podía caminar sin que le doliesen los pies pero el dolor de pies le resultaba dulce y era capaz de aguantar toda su vida ese dolor, si así era la compañera de los pasos de 45. 45 empezaba a tener barba canosa y 36 sentía que le brotaba la vida dentro de ella. 45 era ya mayor para soñar despierto pero 36 soñaba un futuro cercano en el que unos zapatitos nuevos siguieran sus pasos. A 45 le pesaba la cerveza y a 36, su barriguita empezaba a tener formar de felicidad.
36 se descalza cada noche y, en la cama, l45 le acaricia los pies fríos con los suyos para compartir el calor de la llama que se funde en sus pisadas.

lunes, 31 de marzo de 2014

La vi bailar.

La primera vez que la vi bailar era Lunes. Desde entonces los lunes me saben a café con sal y a tango. La vi bailar por la comisura de unos labios que no entendían de griego, de latín y de otras lenguas muertas. Bailaba sobre el filo de un cuchillo sin miedo a las alturas ni paracaídas. Era fría como la parca pero me quemaba como el sol. La vi moverse amenazante, con ganas de comer, de arañar, de rasgar pasiones que levantaba y tumbaba de golpe con una caída de miradas y con una palabra hueca que marchitaba a todo aquel que respirase el veneno que proyectaba su risa. Adulteraba el compás del tiempo y el tic-tac del reloj no entendía de besos a medias, ni de tangos de la muerte; sólo sabía que se acababa, que se consumía como una botella de vodka. Me hizo naufragar, ir a la deriva en un mar, que eran sus ojos, sin tiempo de bucear buscando el tapón que taponaba el sumidero ni la fuerza para nadar hasta otras orillas. Me dejó en los huesos y empapado de dolor por el taconeo que producían esos pies de aguja que me torturaban, que me acechaban como una depredadora que jugaba con la comida. Y se comió mi corazón, y el alma se me desquebrajó en mil pedazos; sin saber que era vida, que era el valls o si ayer era viernes o domingo, y si hoy era lunes o el día de mi juicio.

sábado, 25 de enero de 2014

1, 2, 3... ¡PATAATA!

Johnny era un niño normal. Jugaba al fútbol los domingos, le gustaba ver como su pez Luke abría la boca cuando le echaba la comida y hacía los deberes pronto siempre que llegaba a casa para poder jugar a que era un astronauta. Johnny era un niño normal; lo "era" hasta que sus padres le regalaron una cámara Leica de segunda mano en su décimo cumpleaños. Johnny soñaba con que era uno de los fundadores de la agencia Magnum y que era uno de los fotógrafos más prestigiosos de su generación. Johnny se pintaba siempre un bigote "daliliano" porque decía que le otorgaba cierto carisma y mayor sensación de ser un artista. A Johnny le encanta hacer fotos con su pequeña cámara automática. Sus padres no daban crédito a la gran capacidad que tenía su hijo para gastar carretes. Johnny era un apasionado y mostraba su entusiasmo en las fotos que se hacía de su reflejo en los charcos de los días de lluvia, a sus juguetes y a su traje de astronauta y la nave que se hizo con cajas de cartón y pegatinas con forma de llamas para darle velocidad al vehículo, y a los tobillos de sus familiares porque era un apasionado del picado pero era demasiado pequeño para coger a sus padres, tíos o primos de cuerpo completo. Johnny fotografiaba todo lo que veía como si la cámara fuese parte de él. Johnny era feliz siendo un niño, hasta que fotografió algo que le cambió la vida